Cuando Ànnia estaba en la UCI y preguntó cómo afrontaríamos el cáncer, la respuesta fue clara: superarlo era como escalar una de nuestras montañas. Así nació su determinación de subir, simbólicamente, al Everest y, con ella, una nueva forma de entender la vida. En esta línea de actuación, convertimos esa filosofía en acción. A través del deporte, trabajamos valores como la disciplina, la constancia, la determinación y la solidaridad. Porque, al igual que en la montaña, en la vida nunca subimos solos: los grandes desafíos se afrontan mejor en equipo.