Cáncer es una palabra que asusta. Su diagnóstico supone una gran montaña, física y emocional, más aún cuando se relaciona con la infancia. En realidad, el cáncer es un grupo de muchas enfermedades relacionadas, y todas ellas tienen que ver con las células. A diferencia de las células normales, las células cancerosas siguen creciendo y dividiéndose de forma descontrolada, y no se mueren cuando lo deberían hacer.
Los tumores pediátricos del sistema nervioso central (SNC) se consideran los tumores sólidos infantiles más frecuentes. Suponen la segunda causa de cáncer infantil de 0 a 14 años (aproximadamente un 20% del total) y la tercera causa de cáncer en los adolescentes de 15 a 19 años (aproximadamente un 10% del total).
¡Juntos, lo conseguiremos!
Aceptar un diagnóstico de cáncer infantil es un reto para toda la familia. Es primordial hablar con los niños acerca de su enfermedad y de las emociones asociadas. Eso incluye también a hermanos y hermanas, para poder ofrecerles herramientas acordes a las necesidades emocionales individuales. Para ello, los padres necesitan apoyo, orientación y herramientas por parte del equipo médico y psicológico.
Pueden originarse en el cerebro o provenir de otras partes del cuerpo (metástasis), por lo que su tratamiento precisa de un equipo multidisciplinar.
Son crecimientos anormales de células en el cerebro o en los tejidos circundantes y pueden ser benignos o malignos.
Los síntomas incluyen dolores de cabeza, convulsiones, problemas de memoria, cambios en la visión/audición y cambios en el estado de ánimo/personalidad.
Los tratamientos actuales se basan en la cirugía, radioterapia y quimioterapia, dependiendo del tipo y tamaño del tumor, su localización y la edad del paciente.
Los cambios genéticos que se pasan de padres a hijos, conocidos como variantes germinales, se asocian con un mayor riesgo de cáncer.
Estos cambios ocurren durante la formación de las células o durante los primeros años de la infancia. En la actualidad, aproximadamente un 10% de los niños con un tumor cerebral tienen una predisposición de carácter genético.
La supervivencia ha mejorado de manera significativa en las últimas décadas, pero más de dos tercios presentan al menos una complicación médica crónica a largo plazo, siendo las neurocognitivas las más devastadoras.
El diagnóstico precoz aumenta la supervivencia en muchos casos. Cuando el tumor se detecta en una fase inicial es más probable que responda a un tratamiento eficaz, minimizando su intensidad y efectos secundarios. La rápida derivación a centros especializados por parte del pediatra de Atención Primaria es fundamental. Se reducen así la agresividad de los actuales tratamientos y los efectos tardíos, que pueden aparecer meses o incluso años después del tratamiento.
Por este motivo, es de vital importancia la investigación y el estudio de nuevos tratamientos.